O Eirado das Margaridas, Poio. Pontevedra.
En Poio en una aldea se encuentra un bonito restaurante rural, O Eirado das Margaridas. En una antigua casa de piedra con un bonito jardín con diversas dependencias habilitadas como comedores. Si queremos podemos reservar una de esas estancias para grupos.
Según entramos hay un recibidor en el cual podemos ver un pozo por el que corre el agua y a mano izquierda un coqueto bar llamado O Loureiro (me encanta ese nombre), a la derecha unos comedores y unas escaleras que dan acceso a una pequeña terraza cubierta donde tomar un aperitivo o unos cafés en el jardín. Muy bonito y acogedor el local.
Hablemos de comida que es a lo que hemos venido. La carta está basada en cocina tradicional gallega donde el fuerte de la casa son los pescados. Mientras esperábamos nos pusieron un pincho de empanada recién hecha.
Como primeros nos decidimos por unas Croquetas de jamón ibérico (9€), la ración consta de 8 unidades y caseras por supuesto. Al ser cinco en la mesa tuvieron el detalle de subir la ración a 10 unidades. Si sabían a ese inconfundible sabor de ibérico, ese sabor especial de la grasa del jamón. Fueron muy alabadas por todos los comensales.
De primero también tomamos un rico revuelto de erizos (11€), lamentablemente la foto no quedo todo lo bien que debería. El plato me encanto, muy jugoso y con langostinos por el medio. Como adorno dos triángulos de pan tostado.
Y llegamos al plato principal, una de las especialidades de la casa, la Brocheta de rape con langostinos y patata a lo pobre (13.50€) Una brocheta con unos buenos trozos de rape en su punto optimo acompañada de pimientos, cebolla y langostinos. Delicioso el rape. Como guarnición patata a lo pobre, y ¿qué es eso? Voy a definirlo como una especie de tortilla desestructurada o un medio revuelto. Muy rico y acompañaba a las mil maravillas al rapé.
En los postres, caseros por supuesto, hubo diversidad de elecciones, desde un helado de cítricos (4€) donde adundaban las notas de mandarina pasando por una contundente tarta de tres chocolates (4€) y finalizando con una larpeira (4€) que no deja de ser una variante de la tarta de la abuela de toda la vida. Cualquiera de los postres colmo las expectativas de la mesa.
Finalizamos con los reglamentarios cafés de pota (1.20€), no pedimos chupitos ni aguardiente para bautizar los cafés aunque tampoco los ofrecieron.
El único lunar de la comida fue el pan (1€), un mini mollete individual que dejaba mucho que desear. Es una pena que con el buen pan que hay en Galicia nos pusieran ese pan.
El local tiene una bodega no muy extensa pero más que suficiente, no hace falta tener una carta con doscientos vinos para satisfacer al cliente, en la que abundan como es lógico las referencias de la tierra. Nos dejamos aconsejar por la simpática camarera y nos trajo un D.O. Rías Baixas de la subzona de O Rosal, Valtea (13€). Un vino fresco y afrutado con muy poca acidez a base de uva Albariño. Tiene un muy buen postgusto.
Me gusto la forma de presentar la dolorosa, con una chocolatina para endulzarte el espinoso asunto 😉
Un precioso restaurante donde poder disfrutar de cocina gallega con una relación calidad precio correcta en un agradable entorno. Los comensales estuvimos de acuerdo en que volveremos. El servicio fue muy amable y nos llamo la atención la rapidez en servir las comandas.
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